Sea cual sea la superficie escogida (una pequeña laguna o un embalse), nuestra principal preocupación reside, como siempre, en la localización de un buen puesto de pesca. Para llevar a cabo esta operación, es esencial observar detenidamente todo lo que nos rodea para poder determinar con exactitud dónde se desarrolla la actividad de las carpas. Con un poco de suerte, los peces se manifestarán en la superficie mediante chapuzones sonoros cuando estos realizan saltos o de un modo más discreto, cuando nos muestren su cabeza y su aleta dorsal.
Gracias a estos movimiento, obtendremos la información necesaria sobre el comportamiento y el recorrido de las carpas. Es importante señalar estos emplazamientos (con ayuda de referencias visuales situadas en nuestra posición y el margen opuesto), ya que las carpas volverán a este lugar tarde o temprano. En este sentido, si observamos un trazado de burbujas en la superficie del agua que indique un desplazamiento (no podemos fiarnos de las burbujas estáticas, ya que a menudo provienen de fugas de gas producidas en el fondo), debemos prestar atención a la zona en la que se han producido para asegurarnos de que provienen de carpas que están inspeccionando el fondo en busca de alimento.
De todos modos, las carpas muestran a veces un gran sigilo, entonces debemos recurrir a otros métodos de observación para determinar los lugares susceptibles de captar la atención de las carpas, sobre todo aquellas zonas donde el alimento natural abunda. Los márgenes con una gran cantidad de vegetación acuática, especialmente si son boscosos, el borde de las islas, los troncos sumergidos y los cañizales constituyen una reserva de comida de primer orden. Las carpas encuentran en estos lugares una gran cantidad de limneas, larvas, huevos de batracio y brotes tiernos. Las extensiones de tierra que se adentran y los prados ligeramente inclinados hacia el agua son casi siempre sinónimo de pendientes regulares, llenas de cangrejos y anodontes.

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